Maravilla
Martí dijo que toda madre debería llamarse maravilla, así escuché decir. Igual que el gran Martí creo, aunque, tristemente, en este mundo de hoy, no sé si toda madre lo es. Pero sé que la mía sí.
Mi madre vivió donde no tenía vida y allí vida dio. Amó donde no fue amada y allí vida dio. Amó la vida que daba y la que nunca se le dio. Y me amó a mi infinito, toda ella a mí se dio. Me decía su tesoro, su bebé, yo fui su creación, a mi la vida me dio... y ¡cuánto ella a mi me amó!.
Yo soy lo que soy por ella, y sería mucho mejor, si yo tuviese un poco de la maravilla de su perfección. Mi madre fue maravilla. Fue maravilla su amor, su bondad, su denodada dedicación, toda ella fue candor.
Fue una lección dolorosa como Dios se la llevó, creo que murió en mis brazos, no lo sé, en ellos suspiró y fue lo último que hizo, de repente ella partió. Me culpo diario por ello, a Dios y a ella les pido perdón, y sé que soy perdonada por la misericordia de Dios.
Mi madre es maravilla, una hermosa hija de Dios.
Créditos:
photo credit: Tomás Hornos La Última Noche del Estío via photopin (license)
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